Sobre mi...
Sara González Tejera

El Teatro. La mirada caleidoscópica.
Dicen que las vocaciones hay que buscarlas en las tendencias claras en la infancia. Pues bien… De niña jugaba a crear obras de teatro y espectáculos musicales. Comencé en una escuela de actores con 12 años. Me licencié en Interpretación en la RESAD, (Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid) y me especialicé en Teatro Gestual, recorrido que da especial importancia al cuerpo como punto de partida de la creación del actor. Monté mi compañía y escribí y dirigí mis propios espectáculos. La interpretación, la voz, el cuerpo y el canto fueron mis principales vías de desarrollo e investigación. El teatro me hizo ecléctica y polifacética. Fue el caleidoscopio con el que aprendí a mirar la realidad como un viaje inquietante y mágico.

La llamada de La India. El reclamo del SER.
A los 29, en pleno auge de mi vida artística, viví una experiencia de muerte que cambió para siempre mis prioridades. Empecé a preguntarme quién era yo realmente y a qué había venido. Comencé a hacer Yoga y meditación y emprendí mi primer viaje a La India en soledad. Necesitaba adentrarme en mi misma y conocerme. Durante muchos años me dediqué a hacer prácticas espirituales. Hice un máster en Yoga mental en Madrid durante dos años, y pasé largas temporadas en La India, sirviendo, meditando, haciendo Yoga, estudiando espiritualidad y aprendiendo canto devocional y canto clásico Indostaní. Durante mis estudios en Occidente, la técnica del canto y mi formación en doblaje y locución habían conseguido separar mi voz de mi corazón. A India le debo, entre tantísimas cosas, la vuelta al canto de corazón.

México lindo. Vuelta a las raíces.
Si India me dio el regalo de mostrarme todo lo que no era, (me desestructuró el pensamiento, las creencias, los condicionamientos, las identificaciones), México me recordó de dónde venía. Si India me mostró el SER más allá del cuerpo y la mente, México me mostró el ESTAR a través este precioso vehículo que es el cuerpo. Si India me mostró la sutileza de lo intangible, México me mostró la constante presencia de lo divino en la tierra. Me abrió las puertas de su espiritualidad Indígena y me adentré en sus cantos medicina y su visión ceremonial y ritual de la vida. México me enseñó a honrar mi tierra y mi linaje, y me devolvió a mis raíces. Como pueblo generoso y abierto, me brindó el regalo de compartir con ellos parte de nuestro folklore español en mis repertorios.

Oriente en España.
Recién llegada de México, conecté profundamente con una tradición Budista, La Tradición Kadampa, y decidí dedicarme a vivir y trabajar en su centro madre en Málaga. Dos años de mi vida pasaron en aquel capítulo de servicio y dedicación total al Budismo, donde en mi propio país, tuve el privilegio de empaparme de la sabiduría y la virtud de grandísimos maestros. Ahondé mucho en mí y realicé mucho trabajo interior. En este tiempo el canto también me acompañó cada día. En la tradición Kadampa todas las oraciones son cantadas, así que el canto devocional fue una de mis preciosas prácticas diarias.

La vuelta al mundanal ruido. Aunando aprendizajes.
El ruido no está en el mundo, el ruido está en la mente… una vez descubierto esto, tocaba meditar en medio del mercado. Ya fuera del Templo, para aterrizar, me dediqué a cantar en grupos y orquestas, a enseñar teatro a niños, a estudiar Masaje, Musicoterapia de La Voz, y a mezclar lo “mundano” con lo “divino”, que nunca estuvieron separados, aunque a veces pudiera parecerlo… Quise tener muchas vidas y me hice actriz, quise escribir mi historia y tuve que bucear entre tanto personaje para tratar de llegar a la esencia. Después de un largo camino de búsqueda y experimentación, algunas herramientas me han resultado infalibles para ayudarnos a acercarnos a nuestra verdadera naturaleza. La Musicoterapia de la Voz ha acabado de dar una dirección clara y definida a mi camino vocacional donde el arte, el canto, la voz, el cuerpo, el desarrollo personal y la espiritualidad se unen en una sola rama.